Esparta, una de las polis más influyentes de la antigua Grecia, ha sido objeto de admiración y repulsión a lo largo de los siglos. Mientras que algunos han elogiado su rigidez militar y su supuesto enfoque en la igualdad entre los ciudadanos espartanos, una mirada más profunda revela un sistema profundamente jerárquico y opresivo. En particular, la vida de los esclavos, niños y mujeres en Esparta destaca por su brutalidad y desprecio por la dignidad humana. A continuación, exploraremos cómo estas prácticas diferenciaban a Esparta de otras civilizaciones contemporáneas, como Egipto, y cómo han dejado una marca indeleble en la historia.
La estructura social y la esclavitud en Esparta
La sociedad espartana se caracterizaba por una rígida división entre los ciudadanos espartanos (homoioi) y los no ciudadanos, incluidos los ilotas y los periecos. Los ilotas, que constituían la mayoría de la población, eran descendientes de pueblos conquistados, principalmente los mesenios, y estaban sujetos a una opresión sistemática y brutal. A diferencia de la esclavitud en otras partes del mundo antiguo, donde los esclavos podían ser vistos como una inversión valiosa, en Esparta los ilotas eran considerados poco más que herramientas desechables al servicio del estado espartano.
Los ilotas eran asignados a las tierras de los ciudadanos espartanos, a quienes debían entregar una parte significativa de su producción agrícola. Sin embargo, su situación era tan precaria que podían ser asesinados con impunidad, especialmente durante el ritual anual de la krypteia. Este ritual consistía en una "caza" organizada por jóvenes espartanos, quienes recibían entrenamiento militar al acecho y matanza de ilotas sin provocar represalias. La krypteia no solo reforzaba la dominación de los espartanos sobre los ilotas, sino que también fomentaba un desprecio generalizado por la vida humana entre la juventud espartana.
A diferencia de los ilotas, los periecos, aunque libres, ocupaban una posición subordinada en la sociedad espartana. Se encargaban de las actividades comerciales y artesanales, roles que los espartanos consideraban inferiores y no dignos de su atención. Los periecos carecían de derechos políticos y su existencia estaba profundamente entrelazada con el sistema militar y económico espartano, sirviendo como un recordatorio constante de la estratificación social en Esparta.
El trato a los niños en Esparta
La infancia en Esparta estaba marcada por un rigor extremo que contrastaba drásticamente con el de otras culturas griegas, y mucho más con la de civilizaciones como la egipcia. Desde su nacimiento, los niños eran sometidos a una evaluación rigurosa; aquellos que no cumplían con los estándares físicos requeridos eran abandonados en el monte Taigeto, donde morían de exposición o eran recogidos para vivir como esclavos. Este proceso, conocido como la apótega, reflejaba la brutalidad inherente al sistema espartano, que priorizaba la fuerza física y la obediencia sobre cualquier otro valor.
A la edad de siete años, los niños espartanos varones eran retirados de sus hogares y colocados en la agoge, un sistema de educación y entrenamiento militar diseñado para crear soldados disciplinados y resistentes. El régimen de la agoge incluía una alimentación limitada, lo que empujaba a los jóvenes a robar para sobrevivir, un comportamiento que era tolerado y hasta alentado, siempre y cuando no fueran descubiertos. Además, el contacto físico y emocional era deliberadamente restringido para endurecer a los niños y prepararlos para la vida militar.
Dentro de la agoge, las relaciones entre los jóvenes y sus mentores adultos a menudo incluían un componente pederástico, una práctica común en muchas partes de Grecia, pero que en Esparta se utilizaba como una herramienta de control y disciplina adicional. Esta relación buscaba no solo la instrucción física y militar, sino también la inculcación de un sentido de lealtad absoluta al estado espartano.
El papel de las mujeres en Esparta
Las mujeres espartanas, aunque disfrutaban de más libertad y derechos que sus contemporáneas en otras ciudades-estado griegas, vivían bajo un sistema igualmente opresivo y orientado hacia la reproducción y la guerra. A diferencia de otras sociedades griegas, donde las mujeres estaban confinadas a la esfera doméstica, en Esparta se esperaba que las mujeres fueran físicamente fuertes y capaces de producir hijos sanos para el estado. Para este fin, se les permitía participar en actividades físicas como el atletismo, algo que era inusual en la antigua Grecia.
Además, las mujeres espartanas podían poseer propiedades y gestionar negocios en ausencia de sus maridos, quienes a menudo estaban ocupados con sus deberes militares. Sin embargo, esta aparente autonomía estaba directamente relacionada con las necesidades del estado espartano, que veía a las mujeres como un medio para asegurar la perpetuación de la clase guerrera. Aristóteles, en su crítica a la sociedad espartana, mencionó que este poder relativo que tenían las mujeres contribuyó a la decadencia de Esparta, ya que, según él, las mujeres no estaban sometidas al mismo rigor que los hombres, lo que causó un desequilibrio en la sociedad.
El sistema social de Esparta, basado en la opresión de los ilotas, el rigor implacable de la agoge para los niños y el control sobre la vida de las mujeres, refleja una sociedad que priorizaba la guerra y la dominación por encima de la humanidad y la compasión. Mientras que otras civilizaciones antiguas, como Egipto, cultivaban una cultura más diversa y un enfoque más humano en sus estructuras sociales, Esparta se destacaba por su severidad y crueldad. Este legado, aunque en muchos sentidos admirado por su disciplina, también es un recordatorio de los peligros de un sistema que valora el poder y el control sobre el bienestar de sus propios ciudadanos.
Autor Antonio Chrad