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El observador

En formación con Amaia Urieta García, profesional del Mindfulness ya referida en el artículo anterior, he reconocido la importancia del observador. Es aquel rol de la persona en el que toma consciencia de la realidad desde la serenidad y tranquilidad, ello conlleva una toma de decisiones pausada y con mucha más probabilidad de adaptada a lo que sucede.

 

A la hora de percibir la realidad existen diferentes items que nos pueden condicionar:

  • Imagen social: como quiero que me vean los demás, que rechazo en mí y en los demás..

  • Cuestiones evitadas: qué temas son tabú para mí, que conversación no tendría con esta persona...

  • Reacciones desproporcionadas: en qué momentos reacciono de forma desproporcionada, en qué conversaciones me encuentro hipersensible..

  • Autodescalificaciones: en qué momento o con quién te sientes por debajo del otro

  • Proyecciones: qué defectos veo en los demás y no veo en mí

  • Escenas temidas: qué situaciones me dan vergüenza

  • Crítica externa: qué crítica no aceptamos

  • Reconocimiento: por qué no aceptamos el reconocimiento, por qué no lo reconozco, qué estoy tapando

  • Errores e imperfecciones: qué defectos, qué rasgos, que capacidades me hacen sentir mal

  • Sombra familiar: qué aspectos, cualidades o situaciones familiares rechazas o criticas

 

Una vez que la hemos percibido programamos, pensamos la acción que vamos a llevar a cabo, esta programación está condicionada por:

  • La cultura: social, familiar...

  • Las ideas: etiquetas que ponemos a las personas, experiencias, cosas...

  • Las creencias: religiosas, de valores, científicas...

  • Los miedos que nos limitan: la muerte, el rechazo social...

  • Los apegos: a lo material, al trabajo, al dinero...

  • Los hábitos de mi zona de confort: cenar viendo una peli, salir en bici todos los domingos...

 

Ser observador en la situación nos permite más garantía de ser consciente de estos puntos a la hora de actuar. Existe un cuento ZEN que nos puede ayudar a entender esta problemática:

 

Un maestro ZEN se encuentra con dos vecinos de un pueblo cercano y les pregunta cómo es el pueblo en el que viven. La primera contesta diciendo que es un lugar maravilloso, la gente es muy servicial y disponible, siempre que necesitas algún tipo de ayuda los vecinos te la ofrecen amablemente. La gente es atenta y gentil y siempre te saludan con una sonrisa. El segundo vecino contesta enfadado que eso no es cierto, el pueblo es un lugar horrible, ya puedes estar muriéndote que nadie va a mover ni un dedo. Los vecinos son vengativos, si pueden te ponen la zancadilla y te hacen la vida complicada

El maestro ZEN les dio las gracias y les dijo: “ La descripción que uno hace del otro sirve más para conocer al uno que al otro”.

Las personas somos espejos unas de otras, eso que nos molesta del otro, son en realidad aspectos de nosotros mismos que nos resultan difíciles de reconocer, que nos avergüenzan o que sentimos que no nos pertenecen. A este término psicológico se le llama la sombra. Según esta ley, lo que nos molesta del otro es en realidad algo que está en mí de algún modo, o bien algo que rechazo en mí.

 

Cuando somos observadores de nosotros mismos y de la otra persona vemos a la otra persona como un maestro, ya que nos permite conocernos, ser conscientes de esas partes ocultas que tenemos, para poder aceptarlas.

 

Amaia Urieta García, profesional del Mindfulness

José Luis Gallego Díaz

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